UN RUBIO ENAMORADO

Por: Santiago Croce

Lo llamaban “El Gringo” por su pelo rubio. Nació en el Barrio Oeste, de Basavilbaso, Entre Ríos, pero a los 4 años su familia debió trasladarse por trabajo a Buenos Aires, puntualmente a Pablo Podestá, una pequeña ciudad al noroeste del partido Tres de Febrero. Vivía junto a su mamá Berta, su papá Felipe y su hermana.

A los catorce años Héctor Caballero ya le pedía a su madre, con quien era muy apegado, salir a bailar a las discotecas cercanas a Podestá, ubicadas en Hurlingham y Tres de Febrero. Ella solía acceder, ya que tenía debilidad por él. Había una razón por la insistencia: allí iba Miriam, un año más grande que él. Se conocieron en la niñez y comenzaron a llevarse bien. Lo recuerda Berta: “Llevaba a mi hijo a jugar a la única plaza que había cerca del vecindario y ahí fue donde conocimos a Miriam y a su madre, con quien hicimos amistad gracias a nuestros hijos”.

Finalmente, después de varias idas y vueltas, a sus 16 años oficializó su relación con Miriam que, según él, era el amor de su vida. Sin embargo, tres años después terminaron la relación. Un desencadenante lo detalla su mamá: “Los amigos del barrio de mi hijo nunca fueron los mejores para juntarse y eso Miriam siempre lo sabía. Mi hijo nunca pudo olvidarla”.

Por aquellos tiempos, Héctor fue convocado para realizar el servicio militar, por entonces obligatorio. De ahí, directo a la Guerra de Malvinas. El 2 de mayo de 1982, el Crucero General Belgrano sería blanco de un torpedo nuclear inglés donde 323 hombres morirían en aquel barco, entre ellos, Héctor Caballero.