Por: Valentino Benzo.
En La Leonesa, provincia de Chaco, nació y se desarrolló Celso Alegre. Iba a la escuela Paraje Yatay y era un joven estudioso al que le encantaba la música, más que nada cuando escuchaba a su padre rasgando el arpa, incluso él tocaba la guitarra con su abuelo.
Era un muchacho tranquilo de la comunidad Qom. Conversaba poco. En su casa nunca presentó una novia, por lo que nunca se supo si tuvo o no algún amor juvenil. Tampoco era hincha de algún club, porque el fútbol le daba igual, no le interesaba para nada.
Con tan solo 18 años le tocó embarcar a Malvinas, primero pasando por el Regimiento de Infantería Mecanizada nro. 12 de Mercedes. Al principio no le disgustaba, ya que su amigo José también iría aunque, finalmente, tuvo la fortuna de quedarse en Tierra del Fuego y no pisar el lugar donde se desarrolló el doloroso conflicto bélico.
La familia estuvo siempre pendiente al resultado de la guerra, y, por consiguiente, si Celso volvería o no. Héctor Ramón Alegre, su padre esperó por décadas su regreso: desde 1983 y durante treinta y cinco años cada domingo izaba una bandera argentina esperando el regreso que nunca sucedió. No podía aceptar la muerte de su hijo si no veía su cuerpo. A sus 95 años, don Héctor murió el 3 de junio de 2017, sin saber que Celso había fallecido el 10 de junio de 1982, en Darwin, poco antes de cumplir 20 años.
Celso es uno de los 122 soldados argentinos “Sólo conocido por Dios” que recuperó su identidad. Su madre fue la única persona que recibió el informe de la Cruz Roja, que daba cuenta de la identificación de sus restos.
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