Los combatientes caídos en la Guerra

Categoría: Armada (Page 37 of 40)

Sixto Javier Fajardo

El hermano mayor

Por: Franco Dré.

Sixto Javier Fajardo fue un excombatiente clase 62 que nació en la localidad de  Gregorio de Laferrere, en el partido bonaerense de La Matanza. Hijo de Magdalena Dora Ruiz Díaz y hermano de Soraya Dora, fue a la primaria nº 111, la escuela que hoy lleva su nombre. La secundaria la realizó en el  colegio “Mariano Etchegaray”, de Ciudad Evita.

Su hermana Soraya lo tiene en la memoria en su vínculo con la familia porque su presencia aún perdura: “Tengo el mejor de los recuerdos, era el hermano más grande, el que nos cuidaba cuando mamá trabajaba, él ayudaba a la familia como podía porque estudiaba y jugaba a la pelota también, como todo chico”.

También rememoró cómo ella y su madre se enteraron que Javier tenía que ir a  Malvinas: “Le tocó ir a la Marina y lo mandaron a Puerto Belgrano. A mí me lo dijo antes de partir, pero mi mamá se enteró cuando ya estaba en camino. Le escribió una carta en la cual le decía que estaban practicando para lo que se venía. Le comentó que después de ese viaje le daban la baja. Nunca más nos comunicamos con él”. Días después, perdió la vida en el crucero ARA General  Belgrano, hundido por los británicos.

Alberto José Moschen

DE CHAPA Y PUNTURA, PREPARADO PARA LA AVENTURA

Por: Agustín Telias.

Alberto José Moschen fue hijo de Florencia Meza y Guillermo Moschen. Nació el 25 de noviembre de 1964 en Villa Ocampo, al norte de Santa Fe. Era el quinto de ocho hermanos. Era de estatura media, pero con un físico medio robusto, ojos castaños y pelo oscuro. Tenía mucha personalidad y era muy alegre. Buscaba estar bien vestido con la ropa de la época. Las pastas eran su comida favorita. Si bien no le gustaba el deporte, era hincha de Boca por su familia.

Había un sueño que lo desvelaba: recorrer Argentina junto a su mejor amigo, Roli, con quien compartió gran parte de su vida. Amigos desde muy chicos, hicieron el Servicio Militar Obligatorio en el mismo lugar y fueron a las Islas Malvinas, pero allí no pudieron encontrarse.

En el colegio no le fue muy bien: repitió cuatro veces el primer año. Estudió en la Escuela Nacional 110 de Villa Ocampo, donde asistió de noche debido a que durante el día se la pasaba trabajando en un taller ubicado en Avenida San Martin y Boulogne Sarmiento. Allí hacía trabajos de chapa y pintura, las dos actividades que más le apasionaba. De hecho, en el Regimiento 12 de Corrientes donde llevó a cabo el servicio militar, pintaba cañones y colaboraba con trabajos de chapista.

 Alberto Moschen tenía 18 años cuando le tocó ir a las Islas Malvinas a defender su patria. Falleció el 28 de mayo de 1982 a las 07:30. Una ráfaga de una ametralladora inglesa lo acribilló junto a un cabo. Está enterrado en el cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas.

Carlos Gustavo Mosto

SOLDADO DE DIOS

Por: Agustín Telias.

Carlos Gustavo Mosto tenía 23 años cuando fue a las Islas Malvinas. Hijo de Blanca Lila Alberto y Héctor Alfonso Mosto, fue el quinto de seis hermanos y era oriundo de Gualeguaychú, Entre Ríos.

Alto, rubio, de ojos claros, carismático, creyente en Dios. Alegre; siempre andaba con una sonrisa. Hizo la primaria en la escuela Rawson y la secundaria en la Normal, luego estudió Medicina en La Plata, ya que su sueño era ser médico. Subsistió gracias a que limpiaba colectivos y vendía verduras.

Estaba rodeado de amigos y le encantaba hacer travesuras con ellos. Era feliz jugando a la pelota, aunque fuese medio patadura. Los domingos Iba a misa con su familia.

A Carlitos, como le decían, le gustaba mucho cocinar pasteles y su comida preferida, además de lo dulce, eran los zapallitos rellenos que le hacía su mamá cuando volvía a su amado Gualeguaychú después de estudiar.

En el cuarto año de medicina rindió mal una materia y debió volver al servicio militar con la clase 62, que había pedido una prórroga para seguir la carrera. El 9 de abril estaba reunido junto a toda la familia y una vecina fue con una radio a avisarles que estaban llamando a los de la clase 62 para ir a Malvinas. Mosto decidió ir, sintiendo orgullo de servir a su patria y a Dios.

Ese mismo día se dirigió a la terminal de su ciudad. Estaba vestido con una campera y un pantalón de jean. Sus ojos miraban al piso, las manos en el rostro. Desde entonces nunca más volvió a ver a su familia.

Guillermo Raúl Ojeda 

El hermano mayor

Por: Conrado Corba.

Guillermo Raúl Ojeda nació el 23 de mayo de 1962 en la ciudad de Corrientes. Era el mayor de seis hermanos (tres mujeres y tres hombres), hijos de Paula Francisca Borda y Guillermo Ojeda. Era de complexión atlética, morocho, con orejas chicas, pelo rizado, 1,65 de altura y tenía como hobbies practicar boxeo, karate y andar en moto.

Su hermano Pablo recuerda una anécdota que demuestra cómo era. Guillermo tenía 17 años cuando en un bar conoció a una chica de 14 que estaba nerviosa y llorando porque querían hacerle daño. Él escuchó todo, se acercó a la adolescente para contenerla y ella le contó que sus papás la habían echado de su casa. Ojeda le ofreció hospedaje en la suya y la muchacha aceptó. Con el tiempo los padres de ella se enteraron, la hicieron volver a su casa y tildaron al ex combatiente de “negrito barato”.

Guillermo fue a la guerra para evitar que lo hiciera uno de sus hermanos, quien ya estaba prestando el servicio militar obligatorio en Río Gallegos. En pocos días llegó la cédula de citación para presentarse a la Tercera Brigada de Infantería de Curuzú Cuatiá, Corrientes. Al despedirse de su madre le dijo: “Río revuelto, ganancia de pescador”, ya que él quería utilizar el conflicto para hacerse valer y respetar.

Guillermo Raúl Ojeda falleció el 14 de junio –cuatro horas antes del final de la guerra– según lo comunicado a la familia, aunque en distintos sitios figura el 10. El informe de la autopsia señaló que recibió el impacto de un mortero y heridas de bala de fusil en la pierna derecha. Fue identificado gracias a un estudio de ADN realizado a sus hermanos en 2018.

Roberto Tomás D’Errico

Un amigo inolvidable

Por: Pedro Duffau.

Roberto Tomás D´Errico nació el 28 de junio de 1962 y vivió toda su niñez en Paso de Rey, Moreno, provincia de Buenos Aires. La familia D´Errico era muy trabajadora y estaba compuesta por su padre Roberto Tomás y su madre Rosa Liria. César, su único hermano, tres años mayor quien lo protegía y aconsejaba. Siempre tuvieron una relación muy cercana, tal es así que un día Roberto le confesó: “Voy a hacer mi casa arriba de la tuya así nuestros hijos se crían juntos”.

“Pichi”, como le decían en el barrio y que significa “pequeño” en Mapuche, tenía muchos rulos, altura promedio, ojos verdes y tez morena. En su infancia le encantaba subir a los árboles, montar a caballo, jugar al fútbol, andar en bicicletas o hacer cualquier actividad al aire libre.

Un amigo de la escuela primaria “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”, Darío Benítez, rememora: “Roberto fue como un hermano de la vida. Era puro corazón y el valor de la amistad lo tenía marcado a fuego”.

Era muy simpático, alegre y cariñoso, amigo de sus amigos, con quienes le gustaba ir a bailar. Fanático de River como toda su familia y albañil al igual que su padre. Su cuñada Gloria Benítez lo describe: “Roberto era muy enamoradizo. Se quería casar con todas las chicas”.

En la Guerra de Malvinas, “Pichi” viajaba en el buque ARA “Alférez Sobral”, que tenía como misión el rescate de dos aviadores de la Fuerza Aérea. En la madrugada del 3 de mayo de 1982, el barco argentino fue atacado con misiles Sea-Skua de las fuerzas británicas. El primer disparo lastimó su brazo izquierdo. Fue en búsqueda de auxilio al comedor del barco donde lo asistió el médico de la tripulación. El segundo ataque terminó con su vida.

Roberto Tomás D’Errico será recordado, hasta la eternidad, por el valor de su amistad.

Antonio María Díaz

Una timidez que no se olvida

Por: Marcelo López Aspuru.

Antonio María Díaz nació el día del amigo un 20 de julio de 1960, era oriundo de Goya, Corrientes. Luego vivió en Henderson, en la provincia de Buenos Aires. Soldado conscripto de la Armada, a los 21 años fue a la guerra. No lo dejaron que cumpliera 22…

“Antonio era una muy buena persona, humilde, bastante tímido y se preocupaba mucho por su familia”, cuenta Héctor Moita, compañero de Antonio Díaz en el crucero ARA General Belgrano.

1093 fueron los tripulantes que navegaban en el crucero. 323 los que fallecieron en el hundimiento el 2 de mayo de 1982, justo un mes después que comenzó la Guerra de Malvinas. Antonio fue uno de ellos. “El momento que pasamos -recuerda Moita- no se lo recomiendo a nadie. Estábamos entrenados, pero cuando nos atacaron fue muy duro y tuvimos mucho frío, además de todo el sufrimiento”.

El hundimiento del ARA General Belgrano se produjo como consecuencia del ataque de dos torpedos del submarino nuclear británico HMS Conqueror. “De golpe sentimos un impacto, pasó muy poco tiempo y sentimos el otro. Habíamos practicado esas emergencias. De repente, el crucero quedó inclinado y ya no se podía navegar. Nos tuvimos que tirar al agua, y, lamentablemente, Antonio no logró salir”, agrega Héctor, con una voz que se le quiebra.

A casi 40 años, Antonio María Díaz es uno de los 649 héroes caídos en combate que no debe ser olvidado. Esa guerra injusta, como todas las guerras, fue dirigida desde “la comodidad” por el dictador argentino Leopoldo Galtieri y se llevó los sueños de muchos. Y provocó la bronca y tristeza de miles de argentinos y argentinas. A este hecho histórico y tan trascendente para el país, también hay que decirle Nunca Más.

Luis Roberto Díaz

Desde Chacabuco para siempre

Por: Marcelo López Aspuru.

Luis Roberto Díaz fue un ex combatiente de Malvinas, caído en el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano el 2 de mayo de 1982. Era soldado conscripto de la Armada.

Nació el 2 de diciembre de 1962, en Chacabuco, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, aunque tiempo después su familia residió en la localidad de Daireaux, hacia el oeste del centro bonaerense.

Los tripulantes que navegaban en el crucero fueron 1093 y 323 fallecieron en el hundimiento.

Pasaron 40 años y todavía no hay justicia. Y no se sabe si alguna vez habrá. Luis Roberto Díaz es uno de los 649 héroes caídos, cumpliendo una misión dirigida desde la oscuridad por unos dictadores y violadores de derechos humanos. Nunca dieron la cara y festejaban por un “triunfo argentino” como si fuera un partido de fútbol. El objetivo de recuperar las Islas Malvinas fue, es y será justo. Pero no de esa manera, exponiendo a  jóvenes inexpertos. La guerra y la violencia nunca son el camino por más justa que sea la causa.

Vicente Antonio Díaz

El flaquito que imitaba al “Loco” Gatti

Por: Diego Maturana.

“Con Vicente Antonio Díaz tengo muchos recuerdos, como cuando jugábamos al fútbol en el hogar escuela de nuestro barrio 8 de Abril y se hacía ‘El Loco’ Gatti. Además, me queda su imagen despidiéndose un 13 de junio con el conflicto casi terminado”, cuenta Mario Rubén Pacheco, compañero de la infancia del santiagueño y excombatiente de Malvinas.

Vicente, como los 649 caídos que yacen en territorio argentino, tenía sueños para después de la Guerra. El más importante era conocer a su hija Claudia, quien nació tres meses después de su fallecimiento. Una mujer que no recuerda físicamente a “su héroe de corazón”, como lo menciona ella: Claudia Cristina Mansilla sigue luchando, pese a sus escasos recursos, para hacer los trámites de sangre y el rastrillaje del cuerpo de su papá, que hasta hoy permanece sin ser identificado.

Vicente A. Díaz

Quería formar una familia, casarse y trabajar para seguir progresando. Así lo expresa su último amor, Ermiña del Valle Mansilla, quien en un principio fue su vecina y, más tarde, la madre de su única hija: “Lo que me ha pasado con él, no lo voy a volver a pasar nunca más en mi vida, dios me lo ha quitado”. “Valle”, como la apodan en el barrio, lo describe físicamente como un flaquito, morocho y alto que tenía un enorme corazón, no se peleaba con nadie, era un hombre del trabajo y del hogar, sus dos lugares en el mundo.

Pacheco recuerda hasta hoy su último gesto: “Fue un 13 de junio del ‘82. Él me dio un apretón de manos, caminó y me levantó el pulgar diciéndome que todo iba a estar bien”. Unas horas después, Vicente Antonio Díaz murió en el repliegue de su unidad en Sapper Hill. Dejó la vida el día que terminó la guerra, por la de otros cientos de jóvenes que hoy cuentan esta historia.

Héctor Hugo Diez Gómez

El joven de sonrisa espléndida

Por: Diego Maturana.

“Cuando regrese voy a buscar un trabajo para darle lo mejor a mi familia”. Estas fueron las palabras del ex combatiente de San Salvador de Jujuy, Héctor Hugo Díez Gómez, quien con 19 años zarpó desde la base naval puerto Belgrano hacia las Islas Malvinas el 16 de abril de 1982, donde dejó la vida en el ARA General Belgrano.

Al nacido en el barrio de San Isidro lo esperaba una familia cuando volviera del enfrentamiento. Bajo el mismo techo se encontraba su madre Esther “Lulu” Beltrán y su hermano Sergio, los dos pilares de su corta vida. El padre de este guerrero falleció antes de que iniciara el conflicto.

Héctor Diez Gómez

Dante Fotio, quien fue su compañero en la instrucción, lo describe como alguien alegre, solidario, humilde y querido por todos. Además, recordó que físicamente era una persona de estatura mediana, morocho, narigón, orejudo y con una sonrisa espléndida. El momento del baile fue otra de las imágenes que le quedó en la memoria al sobreviviente, ya que a Diez Gómez le encantaba la música y amaba el folklore de su provincia natal.

Ernesto Juárez, otro amigo de guerra del jujeño, cuenta cómo eran sus días de instrucción en aquellos tiempos previos a Malvinas. Se levantaban a las 5 para desayunar. Luego, en el resto de la mañana y a la tarde, hacían actividades recreativas, clases de instrucción, cursos de tiro y diferentes tareas. A la noche se duchaban e iban a dormir. A veces, había festivales con artistas.

Tras revivir estos momentos, Juárez expresa: “El tiempo que hemos compartido fue breve en cuanto a los días, pero ha sido eterno en nuestra memoria”.

Fernando Dorgambide

Un marinero desde la cuna

Por: Rocco Merani.

Fernando Dorgambide, hijo de españoles que vinieron a la Argentina en 1953, decía que quería ser marinero por su amor al mar. En 1982 falleció tras el hundimiento del ARA General Belgrano. Era un chico flaco, alto y muy serio que contaba a sus amigos con los dedos de una mano. Vivió gran parte de su vida en el barrio Sáenz Peña, en Tres de Febrero. Adoraba los deportes como el básquet o el fútbol porque simplemente le gustaba correr.

Fernando pretendía convertirse en un marino ya que la familia estaba plagada de ellos y deseaba seguir con la tradición. A los padres no les convencía la idea, pero se negaron a sacarle la vocación. Tuvo una foja de servicio impecable y entró a la Marina fácilmente.

Un día, su abuelo le dijo a la familia que regresaran a España debido a que la economía se encontraba mejor y necesitaba que su hijo manejara el negocio familiar. A Fernando lo iban a acomodar en la Marina porque el padrino de casamiento de sus padres pertenecía a la fuerza. Él respondió: “Vayan si quieren, yo me quedó. Este es mi país”.

Cuando el Ejército argentino desembarcó en Malvinas, lo llamaron a combatir. Frente a esto, sus padres se quedaron en Argentina porque él era lo único que tenían. El 19 de marzo de ese año planeaban realizar un viaje a España. Pensaron en cancelarlo, pero su hijo les dijo: “No se preocupen, vayan sin mí”.

El 2 de mayo de 1982, el ARA General Belgrano se hundió tras el ataque de un submarino inglés. Uno de sus amigos más cercanos de la infancia, Roberto Gamarra, lo recuerda en el extracto de un poema que recita cada vez que tiene la oportunidad: “Dorgambide Fernando, clase 64, navegaba a bordo del General Belgrano. Pregunten en Sáenz Peña, su barrio suburbano, en la escuelita, a los que éramos más chicos, al que arde en bicicleta a los pájaros”.

« Older posts Newer posts »