Una timidez que no se olvida
Por: Marcelo López Aspuru.
Antonio María Díaz nació el día del amigo un 20 de julio de 1960, era oriundo de Goya, Corrientes. Luego vivió en Henderson, en la provincia de Buenos Aires. Soldado conscripto de la Armada, a los 21 años fue a la guerra. No lo dejaron que cumpliera 22…
“Antonio era una muy buena persona, humilde, bastante tímido y se preocupaba mucho por su familia”, cuenta Héctor Moita, compañero de Antonio Díaz en el crucero ARA General Belgrano.
1093 fueron los tripulantes que navegaban en el crucero. 323 los que fallecieron en el hundimiento el 2 de mayo de 1982, justo un mes después que comenzó la Guerra de Malvinas. Antonio fue uno de ellos. “El momento que pasamos -recuerda Moita- no se lo recomiendo a nadie. Estábamos entrenados, pero cuando nos atacaron fue muy duro y tuvimos mucho frío, además de todo el sufrimiento”.
El hundimiento del ARA General Belgrano se produjo como consecuencia del ataque de dos torpedos del submarino nuclear británico HMS Conqueror. “De golpe sentimos un impacto, pasó muy poco tiempo y sentimos el otro. Habíamos practicado esas emergencias. De repente, el crucero quedó inclinado y ya no se podía navegar. Nos tuvimos que tirar al agua, y, lamentablemente, Antonio no logró salir”, agrega Héctor, con una voz que se le quiebra.
A casi 40 años, Antonio María Díaz es uno de los 649 héroes caídos en combate que no debe ser olvidado. Esa guerra injusta, como todas las guerras, fue dirigida desde “la comodidad” por el dictador argentino Leopoldo Galtieri y se llevó los sueños de muchos. Y provocó la bronca y tristeza de miles de argentinos y argentinas. A este hecho histórico y tan trascendente para el país, también hay que decirle Nunca Más.