En nene que armaba barquitos de papel

Por: Fausto Faccini López.

“José, ¡tenés que cuidar las hojas! Cada vez gastás más cuadernos. Espero que no las estés desperdiciando, son para estudiar”, se exasperó su mamá.

Antonia no estaba errada. Para ir al colegio, José y sus hermanas debían recorrer un largo tramo de cinco kilómetros, a veces iban a lomo de burro y otras a pie. Cada vez que podía, aprovechaba la ocasión para detener el viaje en un lago que atravesaba el monte y con los cuadernos del colegio, armaba barquitos y los echaba a navegar.

Nació en pleno campo, en la localidad tucumana de Sauce Huacho. El mar lo conoció recién a los 15 años, pero desde chiquito quería ser marinero, por vocación y amor, no por dinero. Él vivía entre la tierra y los yuyos, los montes y el sol; sin embargo, soñaba con la libertad de las olas y el mar.

A los 15 decidió ir a la capital de su provincia para alistarse en la Marina. Se inscribió y a los pocos meses se encontraba en Buenos Aires. José era muy dedicado, sobre todo cuando tenía una meta en mente. Sobresalió entre 600 aspirantes en un curso que realizó en la ESMA  y fue premiado con un viaje en la fragata Libertad. Llegó a ser nombrado Cabo Segundo. El 16 de abril a las doce del mediodía zarpó su barco hacia las Islas Malvinas, tras el último diálogo con su esposa:

–Cuidate mucho, te vamos a estar esperando, le dijo Genoveva.

–Quedate tranquila, voy a viajar en el único buque acorazado, el crucero General Belgrano, respondió José.

Su familia recuerda cuando él decía: “Yo quiero estar en el bronce”. José anhelaba ser un héroe y cuarenta años después es recordado como tal.