Por: Agustín Gómez Osti.

El General de Brigada (post mortem) Miguel Ángel Clodoveo Arévalo fue uno de los pocos héroes caídos en Malvinas que era militar de carrera. Cuando falleció era director del Liceo General Roca en Comodoro Rivadavia y, semanas antes de morir, había sido nombrado Jefe de la Seguridad del Litoral Marítimo ante una posible invasión británica. Era la persona idónea para el cargo, ya que el establecimiento que dirigía tenía como prisioneros a algunos de los soldados enemigos que se habían rendido el 2 de abril de 1982.

Él y otros nueve efectivos perecieron en un accidente aéreo el 30 de abril. Se habían trasladado desde Comodoro hasta Caleta Olivia, el día anterior, por un supuesto desembarco británico, por lo que enviaron 20 personas en dos helicópteros para neutralizar cualquier amenaza. En el retorno a la base, las dos aeronaves tomaron distintas rutas y sólo una llegó a destino: la otra explotó misteriosamente y se precipitó al mar. De allí rescataron solo cuerpos sin vida.

Su deceso es heroico, pero hay hechos que son imposibles de olvidar. Si el General estuviese vivo, estaría condenado desde 2009 por los crímenes de lesa humanidad que cometió durante la dictadura cívico militar iniciada en 1976. Una carta de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, luego de un homenaje a Arévalo y otros caídos en 2012, manifiesta que él “no es ningún Héroe de la Patria, sino que es un miserable asesino que secuestró a Floreal Avellaneda y a su madre Iris Pereyra para luego entregarlos a quienes les dieron muerte en Campo de Mayo”. Acá todavía se discute cómo considerarlo, pero su juicio queda reservado a Dios.