Claveles al mar
Por: María Eugenia Oliva.
En Paso del Rey una calle lleva su nombre a modo de homenaje, pero me atrevo a pensarlo como un pedido a gritos hacia toda la sociedad, a veces adormecida, para que no olvide a quienes dieron su vida, su corta vida en este caso, para defender el país que anidaron desde la cuna.
Marcelo Gustavo Cini era su nombre, “El Conejo” para sus compañeros del Liceo General Roca por sus dientes centrales que llamaban la atención en su rostro delgado, sus ojos marrones hacían juego con el de su pelo, el que se dejaba ver cuando el humo de los “Pullman” que fumaba desaparecía por completo. Tenía 20 años, una novia, padres, 3 hermanos y un Citroën que lo esperaba para ser reparado.

“Era un tipazo, muy generoso, buen compañero, tranquilo y alegre”, así lo recuerda Marcos Medina, quien compartió 86 días junto a Marcelo en la compañía 185 hasta aquella mañana nublada de la expedición. Dos helicópteros partieron con la misión de investigar el posible arribo de tropas inglesas, pero uno nunca regresó.
El 30 de abril de 1982 se confirmaron las primeras muertes tras caer el helicóptero AE 419 en el que viajaba Cini junto a 9 compañeros, en las costas de Caleta Olivia. Si bien no hay registros oficiales del hecho, ni peritaje alguno, lo sucedido fue considerado un accidente que dejó una huella tan profunda como el mar.
Recordado como un “bohemio” y dueño de una sensibilidad especial que distaba mucho de los gobernantes de la época, Marcelo Gustavo Cini, ascendido a cabo post mortem, integra la nómina de los caídos en Malvinas, esa lista que duele y tensa el pecho, la que debe estar grabada en la memoria del pueblo despierto para reconstruir la historia todos los días más lejos del olvido, más cerca del encuentro.