Por: Matías Galletti.
En las calles de Lules, Tucumán, se escucha la voz de Elena, hermana de Julio César Auvieux, quien lo recuerda como “un chico común del pueblo, destacado en sus estudios, jugando a la pelota o bailando folklore. Quienes lo conocieron rescatan que era un muy buen amigo”. Tenía un sentimiento muy fuerte por la bandera celeste y blanca, un inocultable amor a la patria. Tanto que a los 17 años se fue a Buenos Aires para seguir la carrera militar.
Tras cuatro años en la capital, le tocó su primer destino: Mendoza, pero enseguida de establecerse allí, en 1978, se desató el conflicto del Beagle y fue destinado a la frontera con Chile. Graciela Álvarez era maestra en el Colegio Santa Rosa de Lima y se le ocurrió que sus alumnos les enviaran cartas de ánimo y agradecimiento a los solados, como contó en una entrevista con El Diario del Valle de Uco: “Los chicos dibujaron, escribieron y mandé todo en un sobre. Un día me llamó el Teniente Auvieux para agradecerme por el gesto”. Lo que siguió fue una relación que se volvió noviazgo. “A los tres años de estar juntos lo asignaron a Buenos Aires, así que para vernos teníamos que viajar; eso ya nos había cansado y decidimos casarnos en octubre de 1982”. Habían empezado a comprar los muebles, tenían las tarjetas, el salón para la fiesta… Pero estalló la Guerra de Malvinas. “Julio vivía angustiado y yo con un nudo en la garganta por lo que estaba pasando. Muchos de sus amigos y compañeros no regresaban y eso nos estrujaba juntos el corazón”, recuerda Graciela.
No fue destinado a las islas pero, como todas las Fuerzas Armadas, estaba afectado al conflicto. Integraba el Batallón Logístico 601, era de la rama de Ingenieros y su especialidad eran los explosivos. Tuvo que presentarse en Buenos Aires, donde el jefe del batallón le asignó la misión de ir a levantar los campos minados que habían quedado en Río Grande, Tierra del Fuego. Por razones de seguridad los planos que él había trazado debían ser destruidos. “Él le pudo haber dado la tarea a sus conscriptos, pero no quiso poner en riesgo sus vidas, debía obrar con el ejemplo”, resalta su hermana Elena.
El 7 de julio pisó una mina y explotó. Lo trasladaron gravemente herido a Buenos Aires, adonde arribaron su papá desde Tucumán y Graciela desde Mendoza. Llegaron para despedirse, pero Julio no lo supo: siguió inconsciente y tras 24 horas de agonía en terapia intensiva, murió el 8 de julio.
Al día siguiente Graciela volvió sola a Mendoza a dar clases en su memoria. Hoy en Tucumán dos escuelas llevan su nombre, en Lules y en Los Laureles, Famaillá. Auvieux fue ascendido post morten al grado de teniente primero.