Los combatientes caídos en la Guerra

Categoría: Armada (Page 13 of 40)

Víctor Oscar Olavarría

Un “bostero” de sueños rotos

Por: Ignacio Pousa.

Víctor Oscar Olavarría nació en San Carlos de Bariloche el 19 de diciembre de 1962 y fue criado por su tía Teodora Miqueo, porque su mamá murió cuando era chico. Esa pérdida transformó a la familia. Su hermana Irma se mudó a Bahía Blanca a los 7 años, mientras que Víctor junto a su otro hermano se quedaron en Río Negro. Los tres hermanos se volvieron a ver juntos muy pocas veces.

El servició militar lo acercó a su hermana por haber sido trasladado a Bahía. “Fue muy emocionante encontrarnos y verlo todo un joven. No lo reconocí”, expresó Irma Olavarría sobre su llegada en tren a la ciudad. Tuvieron largas charlas. Lo que más recordaba era su “físico robusto y no tan alto”. Además, su fanatismo por la pelota y por el Club Atlético Boca Juniors.

Allí Víctor pudo conocer y disfrutar a su sobrina. En sus tiempos libres iba a buscar a Lorena a la escuela, pasaba por el kiosco de su barrio y le cumplía todos los gustos de golosinas. “Era muy humilde, bueno y cariñoso”, expresó su hermana.

Un día todo comenzó a desarmarse. Con sólo 18 años se vistió de soldado y partió desde Bahía Blanca para defender a su patria en la guerra por la soberanía de las Islas Malvinas. El 6 de junio, durante la batalla del Monte Dos Hermanas, Víctor Oscar Olavarría fue sorprendido por unos proyectiles que le hizo perder su vida y el deseo de volver para continuar con la reconstrucción de su familia.

José del Carmen Orellana

En nene que armaba barquitos de papel

Por: Fausto Faccini López.

“José, ¡tenés que cuidar las hojas! Cada vez gastás más cuadernos. Espero que no las estés desperdiciando, son para estudiar”, se exasperó su mamá.

Antonia no estaba errada. Para ir al colegio, José y sus hermanas debían recorrer un largo tramo de cinco kilómetros, a veces iban a lomo de burro y otras a pie. Cada vez que podía, aprovechaba la ocasión para detener el viaje en un lago que atravesaba el monte y con los cuadernos del colegio, armaba barquitos y los echaba a navegar.

Nació en pleno campo, en la localidad tucumana de Sauce Huacho. El mar lo conoció recién a los 15 años, pero desde chiquito quería ser marinero, por vocación y amor, no por dinero. Él vivía entre la tierra y los yuyos, los montes y el sol; sin embargo, soñaba con la libertad de las olas y el mar.

A los 15 decidió ir a la capital de su provincia para alistarse en la Marina. Se inscribió y a los pocos meses se encontraba en Buenos Aires. José era muy dedicado, sobre todo cuando tenía una meta en mente. Sobresalió entre 600 aspirantes en un curso que realizó en la ESMA  y fue premiado con un viaje en la fragata Libertad. Llegó a ser nombrado Cabo Segundo. El 16 de abril a las doce del mediodía zarpó su barco hacia las Islas Malvinas, tras el último diálogo con su esposa:

–Cuidate mucho, te vamos a estar esperando, le dijo Genoveva.

–Quedate tranquila, voy a viajar en el único buque acorazado, el crucero General Belgrano, respondió José.

Su familia recuerda cuando él decía: “Yo quiero estar en el bronce”. José anhelaba ser un héroe y cuarenta años después es recordado como tal.

José Alberto Orellano

Un idealista apasionado

Por: Ezequiel Aranguiz.

“Un pibe de campo, de barrio, tenía su bandita de amigos y los valores marcados”, cuenta José Orellano Salgado, su hijo, que estaba en la panza de su madre cuando murió su papá arriba del crucero General Belgrano. “Creemos que su muerte fue inmediata porque estaba en la sala de máquinas al momento del impacto”, relata Virginia, su hija que tenía sólo un año.

“Betito”, como lo conocían, nació en 1959 en la ciudad bonaerense de Médanos y vivió sus primeros ocho años allí, en medio del campo junto a sus padres, José e Isabella. Se dedicaban a la siembra y la cosecha, rodeados de humildad y naturaleza. Se mudaron a Punta Alta en busca del progreso, porque -como explica Virginia- en Médanos “no hay demasiadas actividades a las que dedicarse. La base militar es una de las más grandes fuentes de trabajo y si no tenés una vocación marcada, hacés carrera en la Armada”. Así fue como sus abuelos comenzaron a trabajar en la base. La madre era personal civil, orientada a la cocina; su padre se desempeñaba en los talleres.

“Mi viejo tenía una gran atracción por desarmar y armar cosas. Aunque venía de una familia rural y de poca educación formal, le iba muy bien en la escuela”, se enorgullece José. “Betito” se dedicó a la electricidad dentro de la Armada. “Tenía una pasión por la patria muy fuerte”, dice su hija.

“Era una persona sencilla, respetuosa y firme a sus convicciones”, cuenta José. Agrega: “La mejor herencia que nos dejó es la idea de aferrarte a tus pasiones, ideales y a tu vocación. Nos genera mucho orgullo que quien lo conoció tenga un gran recuerdo de él”.

Virginia ejerce la docencia precisamente en la Escuela de la Armada: “Seguramente mi papá hizo algo para que hoy esté trabajando acá y lo sienta como mi casa. De chica sentía bronca contra la Armada, hoy llegué a entender que mi padre estaba acá porque realmente lo deseaba y murió firme a sus ideales, tal como nos enseñó”. José Alberto Orellano tenía 23 años.

Pablo Armando Ortíz

Un sanjuanino inolvidable

El primer torpedo impactó en la sala de máquinas. Los expertos en ingeniería naval dicen que con la tecnología inglesa de esos tiempos, podían dirigir su armamento exactamente al lugar donde querían. Por eso el submarino HMS “Conqueror” se aseguró de la destrucción del crucero ARA General Belgrano.

Había 1093 tripulantes argentinos. Uno de ellos era Pablo Ortíz, suboficial segundo nacido en San Juan, que perdió la vida por su país. El 16 de abril de 1982 la tripulación completa había partido desde la Base Naval Puerto Belgrano hacia Tierra del Fuego, con el objetivo de vigilar las intenciones de las fuerzas enemigas, manteniéndose fuera del área de exclusión. Tras un poco más de dos semanas de navegación, el “Belgrano” recibió el primer impacto el 2 de mayo por la tarde. Una hora después, el crucero ya estaba a miles de metros sumergido bajo el agua, con los sobrevivientes agarrados de los distintos fragmentos que quedaron de la embarcación, en medio del frío y el agua.

Víctor Hugo Sierra, ex combatiente que integra la Comisión de Ex Combatientes sanjuaninos aseguró: “Nadie ha cobrado la pensión que le corresponde al caído Ortiz. Nunca se ha reclamado, por lo que se entiende que no tiene familia que esté viva, o que se marcharon de San Juan en algún momento. Pero en caso de que existan, nunca pudimos comprobarlo”. Agregó: “No hay muchos datos sobre el caído Ortiz, más allá de su nombre y su puesto en la Armada”.

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