El viejito callado

Por: Agustina Lantier.

En su casa le decían “Veira” en honor a Héctor “Bambino” Veira, ex jugador y director técnico del club San Lorenzo, equipo del que Omar era fanático. Omar Osvaldo Vargas nació el 29 de octubre de 1959 en Joaquín Víctor González, un pueblo de la provincia de Salta. Fue el séptimo hijo de los once que trajeron al mundo Ángela María Martínez y Alberto Vargas.

Su característica más destacable era no hablar demasiado. Así lo comentan su hermana mayor Griselda, y la menor, Alejandra; su compañero de estudios, Hugo Farfán; y el sobreviviente del ARA General Belgrano, Socorro Díaz. “Era muy calladito, no hablaba y se reía de lo que hacíamos nosotros que éramos pendejos al lado de él”, cuenta Hugo Farfán, quien compartió con Omar sus años de estudio en la ex Escuela Mecánica de la Armada, donde se ganó un nuevo apodo: “El Viejito”, porque era el más grande de su grupo de compañeros en la división 112.

Hugo recuerda que tenían una buena amistad: salían a bailar, jugaban al fútbol e iban a ver a San Lorenzo los primeros domingos del mes que el bolsillo se los permitía, porque no podían hacer grandes gastos. Omar enviaba las 3 cuartas partes del sueldo a su familia en Salta, destaca su hermana mayor Griselda, que agrega: “Era serio, pero muy bueno y educado”.

El silencio, su gran rasgo, también se manifiesta en las anécdotas que sus familiares guardan de él: la oración en agradecimiento a la Virgencita Del Valle, a la que visitaban los sábados y le prendían velas; y la pesca, práctica que lo conectaba con su padre con quien era muy unido.

A la derecha, O. Vargas en una de las últimas fotografías, antes de partir hacia el ARA.

Omar se fue con 20 años de su pueblo natal y estuvo en la sede de la ex ESMA hasta que en 1980 le dieron destino al crucero ARA General Belgrano. Durante la Guerra cumplió la función de cocinero hasta el 2 de mayo de 1982 en que fue hundido el buque. Tenía 23 años.