De un pequeño pueblo, un gran héroe
Por: Federico Olivero.
Durante años, sus allegados no estuvieron seguros si quien yacía en el ataúd fuera él, debido a que el cajón llegó cerrado y así mismo enterrado. Recién a finales de 2021, el Equipo Argentino de Antropología Forense, a pedido de la familia, confirmó que los restos que en paz descansan pertenecen a Miguel Antonio González.
“Chalita”, como lo apodaban, nació el 24 de mayo de 1962 en Niogasta, Tucumán, pero es en Monteagudo -localidad más cercana- en donde más homenajes hay hacia él. Una de las calles principales y el complejo deportivo, en el que al soldado le gustaba jugar al fútbol, llevan su nombre.

En cuanto a su familia, de su padre nunca se supo nada, por lo que llevó el apellido de su madre, Candelaria del Carmen González. Ella tuvo seis hijos, y a una de las menores decidió nombrarla Malvina, en conmemoración a su hermano mayor. “¿Cómo era él?, buenito”, dijo su mamá.
Miguel dejó la escuela tras haber terminado el primario en Monteagudo. Cuando iba a estudiar con sus hermanos, su madre los llevaba a caballo, ya que debían cruzar el río que separa a ambos pueblos. Sus compañeros en el colegio cuentan que era muy solidario y que lo querían mucho. En ese establecimiento también se realizan homenajes en su honor.
No pudo cumplir los 20 años. A un puñado de días, el 2 de mayo de 1982, lo encontró la muerte arriba del crucero ARA General Belgrano, junto a otros 22 soldados tucumanos. Con 18 años había sido reclutado por la colimba. Al momento de la guerra, en su casa ni siquiera estaban enterados, pero un día los llamaron para avisarles que su hijo había muerto.