Entrega absoluta

Por: María Magdalena Vigil.

Una noche en su juventud, Miguel Ángel demostró la valentía que llevaba por dentro cuando ingresó a su casa envuelta en llamas para rescatar a sus hermanos que dormían en sus cunas. “Uno de los bebés que él salvó hoy es sacerdote, el padre Juan, párroco y capellán del Ejército en Campo de Mayo”, expresó orgullosa Rosa Hilda Sosa, hermana mayor.

“Miguelito” nació el 10 de marzo de 1962 en Misiones, de donde eran originarios sus padres. Aunque amaban ese lugar, en 1966 decidieron partir a Buenos Aires. Miguel comenzó a transitar su niñez en Ingeniero Pablo Nogués, fue a la escuela pública N° 22 y la secundaria en Los Polvorines. Sus seres queridos lo recuerdan como un niño protector de su familia.

A los 16 ingresó a la Escuela Mecánica de la Armada como aspirante y se recibió de Cabo. Su especialidad era furriel (militar encargado de la distribución de materiales y del nombramiento del personal) y realizaba tareas de administración.

De aquella época solo quedaron cartas aún conservadas por su familia. Allí expresaba el amor que sentía por ser parte de la tripulación del General Belgrano, por navegar, custodiar el mar argentino y servir a sus compatriotas. “Fue algo que no pude entender ni aceptar hasta muchos años después”, llora su hermana María Cristina.

En enero de 1982, Miguel tuvo unos días de vacaciones y fue a visitar a sus padres a Nogués, pero esa llegada fue distinta a las demás. Sin dar demasiadas explicaciones empacó su ropa, incluso sus discos favoritos de los Beatles que él cuidaba mucho y se marchó. “Ese día tuvimos un mal presentimiento, nos dimos cuenta que algo no andaba bien”, recordó Rosa.

El 2 de abril, llegó la noticia de la recuperación de las Islas Malvinas. Un día después Miguel fue a despedir a su familia. ”Me voy a defender a la patria que está en guerra, los amo”, fueron sus últimas palabras seguidas de un beso y un profundo abrazo a sus padres y hermanas. Tenía 20 años. Nunca más lo volvieron a ver.