Compañerazo, hasta el útimo suspiro

Por: Nicolás Canosa.

Era 2 de mayo de 1982 a las 16:02 cuando un torpedo proveniente del submarino nuclear británico HMS “Conqueror” impactó en el ARA General Belgrano. Entre tanto caos y descontrol, José Antonio Gaona o “Pedro”, como le decían sus amigos de la secundaria por una novela famosa de aquella época, no corrió. Ni quiso salvarse solo. Al sentir que estaba ileso decidió seguir ayudando a los heridos y negarse a ir a las lanchas salvavidas, a pesar del pedido de un compañero. Esa fue la última vez que lo vieron.

¿Quién era José? “Un chico normal, muy inteligente, quizá más maduro que sus compañeros, ya que ayudaba a su padre en su trabajo de albañil ”, lo definió Carlos, su amigo de la Secundaria Enet 1 de Villa Ballester. Lo caracterizaba su bondad, su solidaridad, su buen compañerismo y esto se vería reflejado en sus últimas acciones antes de morir.

José Gaona

Sus padres paraguayos de origen humilde lo trajeron al mundo el 28 de febrero de 1962, en el partido bonaerense de San Martín. Era tan fanático de Independiente que iba todos los días a la escuela con una corbata roja.

Un año antes de su trágico final lo llamaron para hacer el Servicio Militar Obligatorio. Tuvo la posibilidad de pedir una prórroga debido a que se encontraba en cuarto año de la secundaria, pero a diferencia de muchos de sus compañeros no le interesaba continuar estudiando.

En la Marina cumplió uno de sus sueños: navegar y conocer distintos lugares. Era muy feliz porque le encantaba el mar, pero tenía un objetivo en mente: embarcarse en el ARA General Belgrano. Parecía que su destino ya estaba escrito.

En San Martín le dedicaron un paso a nivel con su nombre y una placa lo recuerda a él y a otros ocho soldados caídos.