Lanzamiento del alma
Por: Leandro Gambino.
Ernesto Rubén del Monte, apodado como “El Cabezón” o “La Chancha”, ingresó a la Armada el 15 de febrero de 1980. Desde los comienzos se notaba su solidaridad y ganas de aprender para hacer carrera. Con un desempeño destacado entre sus pares, en lo deportivo y académico, logró ganarse el cariño de los compañeros.
“El vivía acá sobre Paso, antes de llegar a Alvear, en Lomas de Zamora. La mamá se llamaba María, una señora buenísima y muy trabajadora. Ernesto, en el barrio, siempre era de la barra que iba a bailar, tenía mucha pinta: ojos verdes y corpulento”, recuerda Antonio De Luca, amigo de la infancia.
“Corrían los ‘80, en noviembre cumplía años. Me estuve cuidando toda la semana para no ser sancionado y salir de franco. Pero un oficial, para que no pueda festejar con mi familia, me puso de guardia imaginaria ese fin de semana. Cuando “El Cabezón” se enteró, aunque él tenía franco, se quedó el fin de semana conmigo festejando el cumpleaños”, relata Eduardo Daniel Aguemo.
Una de las mayores pasiones de Del Monte era el deporte. Con un brazo que parecía biónico practicaba lanzamiento de bala como nadie. “Mientras nosotros hacíamos un calentamiento previo de una hora, él como llegaba lanzaba y lo hacía más lejos que el resto”, confiesa entre risas Miguel Ángel Medero. Se destacó de tal forma, que el campo de deportes de la ex Escuela de Mecánica de la Armada lleva su nombre.
En 1981 disputó un torneo interfuerzas en Córdoba. El que no pudo participar fue Osvaldo Donoso: “Era un excelente compañero. Disfrutamos mucho las horas que entrenamos juntos. Yo no pude ir a competir por una peritonitis, pero no se olvidó de mí y antes de irse me vino a visitar al Hospital Naval. Fue un gran amigo hasta el último día”. El 3 de mayo de 1982 se encontró con su fatal destino tras el ataque de la aviación británica sobre el Aviso ARA Alférez Sobral.