Defender la patria a los 16

Por: Lucas Donia.

Sí, 16. Ángel Ricardo Juárez tenía sólo 16 años cuando se convirtió en uno de los 323 soldados fallecidos en el ataque de un submarino británico al Crucero ARA General Belgrano.

“Yo me quiero ir, aquí no hay futuro para mí, quiero hacer otra cosa”, le decía a Berta, su madre, sobre su Ranchillos natal, una pequeña localidad rural en el departamento de Cruz Alta, Tucumán. Él trabajaba en el campo con Ángel Juárez, su padre, y quería dejar de cosechar caña con el tractor. Con 15 años decidió rendir las tres materias de la Delegación Naval provincial para entrar en la Escuela de Mecánica de la Armada. Habían entrado 130 aspirantes, pero muchos no aguantaron las exigencias y pidieron la baja. “Vos no te preocupés, ya me he acostumbrado”, le decía a Berta mediante cartas. Un año tardó en recibirse de marinero para, en enero 1982, ser trasladado al Belgrano.

En uno de sus dos francos, Ángel llevó a la madre con él a Buenos Aires, lugar al que no había ido jamás: “Quiero que me acompañes porque si no vas conmigo ahora, no vas a ir nunca más”. Allí separaron caminos y se vieron por última vez.

Junto a sus compañeros del Crucero ARA General Belgrano partieron desde Bahía Blanca con rumbo a las Islas Malvinas. El recuerdo de muchos de ellos, caídos en combate, se encuentran en Ushuaia, en un monumento de ocho metros. Una escuela de la comuna Rural El Naranjito, en Cruz Alta, lleva el nombre de Ángel Ricardo Juárez. Lleva el nombre de un héroe nacional.