Sonreír hasta el último suspiro
Por: María Magdalena Vigil.
El 27 de septiembre de 1962, una joven mujer entró en trabajo de parto mientras estaba en el cumpleaños de su suegra. De urgencia la llevaron a la clínica San Nicolás donde rápido y sin dolor nació José Luis. Era el menor de cuatro hermanos e hijo de María del Luján Tello y Carlos Norberto Sosa. Era el mejor contador de chistes del barrio y un rompecorazones. Mientras su madre se ganaba la vida cosiendo para otros, “Josecito” crecía en brazos de sus hermanos mayores forjando una personalidad histriónica.
Desde el primer día escolar demostró que era bastante vago y distraído. “Aunque la primaria y secundaria le costaron más de la cuenta, con su sonrisa como sello conquistaba a las maestras para que no lo reprueben”, recuerda su hermana Zulma Viviana.
En 1977 decidió ir tras su sueño. Lavó su ropa, la planchó y salió, punta en blanco como de costumbre, a la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea Argentina. Ese día no pasó los exámenes, pero no perdió su alegría. “Siguió tocando el redoblante en las comparsas y los fines de semana iba a ver fútbol porque era fanático de Boca y de un joven Maradona; todavía recuerdo cuando en 1978 salió a festejar con la bandera argentina por la ciudad”, rememora Zulma.
“Después de jugar a la pelota, le regalaba flores a alguna chica. José las conquistaba con su simpatía y su enorme sonrisa”, cuentan sus amigos del barrio, a quienes les tenía prohibido acercarse a sus hermanas. “Era muy celoso”.
En 1980 fue sorteado para el servicio militar y en marzo del ’81 abordó el A.R.A General Belgrano. ”Sentía orgullo por cumplir con el país, sin importar que muchas veces su tarea era limpiar o pintar los baños de los oficiales”, explica Hugo Morris, Capitán de Navío del crucero.
“Escribía muy poco porque decía que no tenía demasiado para contar, pero lo hacía para no angustiarnos”, lamentó su madre años atrás. La tarde del 14 de mayo un jeep de la Prefectura se acercó a su casa con un comunicado: José estaba desaparecido. Llora su hermana: “Nunca pudimos recuperar sus restos, solo logramos despedir una foto suya”.