El pibito que gambeteaba la escuela
Por: Marina Kempner.
Aventurero desde la cuna, a los 8 años tuvo una de sus primeras travesuras cuando salió a cazar pajaritos en un basural frente a la villa donde vivía, en el barrio porteño de Mataderos. Se metió entre los yuyos y lo mordió una rata, por lo que debió ser internado con fiebre en el Hospital Fiorito. Tan poco le gustaba ir a la escuela que muchas veces optaba por quedarse jugando debajo de los eucaliptos, hasta que un día lo descubrió su mamá y nunca más se rateó.
Osvaldo Francisco Sosa nació el 27 de julio de 1962 en Capital Federal. Tenía 13 años cuando en 1975, sin saber qué estudiar, se anotó en la Armada tras la sugerencia del papá. Tres años después recibió el título de técnico electricista y luego le tocó el pase a Bahía Blanca. “Cada domingo en que debía volver a Bahía teníamos que andar buscándolo, el tren salía a las diez de la noche y eran las ocho y media y él andaba con los chicos jugando por los campitos”, cuenta Paulina Cardozo, su mamá.
El último contacto que tuvo con su hijo fue una carta que le mandó cuando el crucero General Belgrano salió rumbo a Ushuaia. Le pidió que no llorara, pero sí que rezara.
Un vecino de la familia Sosa se enteró por los noticieros que el crucero ARA General Belgrano se había hundido y decidió comunicárselos. Paulina le dijo a su hija que llamara a Bahía Blanca y ahí les dieron la noticia más esperada: él era uno de los sobrevivientes. La alegría fue inmensa. Sin embargo, dos días después, la Armada les envió una carta comunicándoles que Osvaldo estaba desaparecido, presumiblemente muerto.
Hasta el día de hoy su familia jamás lo pudo llorar, tal como él les había pedido.