El miedo a no regresar
Por: Maia Herbes.
Aquella tarde del 2 de mayo de 1982 acabó con la vida y sueños de varios integrantes de la tripulación del crucero ARA General Belgrano. Entre ellos se encontraba Pedro Ricardo Horszczaruk, un joven de 19 años con miles de sentimientos encontrados: felicidad por defender la bandera de su país y convertirse en un héroe, pero aterrado por la idea de no volver con vida de Malvinas.
Era un adolescente más en camino a la adultez. Vivía con sus padres en Merlo, de donde también eran sus amistades más cercanas. Era soltero. Nada tenía que ver Pedro con la Armada Argentina hasta que le llegó la orden para realizar el servicio militar. Tras el período de instrucción su destino fue el crucero, al que fue dispuesto a defender sus derechos soberanos y el de los argentinos en el Atlántico Sur .

Quienes lo conocieron aseguran que existía en él cierta inocencia en relación a la guerra, pero la dura realidad del conflicto lo golpeó fuerte: dos torpedos lanzados por un submarino británico ocasionaron el hundimiento del Belgrano. Parte de Horszczaruk y de su espíritu aún permanecen en el océano, así como también su legado de héroe nacional.
La valentía de este soldado no tardó en ser reconocida: post mortem fue ascendido a Cabo Segundo por el decreto 342/95. Pero quienes más honraron su identidad fueron sus padres, porque al tiempo de finalizar la guerra se unieron a la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur para aportar fotografías e información sobre su hijo. Así, se unieron al dolor de quienes perdieron un familiar en la Guerra.